Foto: Total News AgencyAún demostrando tener un amplio criterio moral al proponer la participación de un minusválido para un acto eleccionario, un partido o fracción política podría utilizar a esa persona, con o sin su consentimiento, a fin de lograr adhesiones a su partido o propuestas políticas a causa precisamente de la imagen que el acompañante puede lograr en muchos segmentos de la comunidad como consecuencia del sentimiento solidario que surge espontáneamente acompañando a toda persona que sufre una discapacidad.
Por tratarse de un problema oculto en la médula cerebral de cada uno de los actores, este tipo de relaciones nunca toma estado público y solamente queda insertado en sus conciencias; la del minusválido, al que seguramente jamás se le habría pasado por la cabeza participar de la arena política, y la del hábil constructor de imagen que tuvo la idea de realizar la propuesta. Se trataría, pues, de un acuerdo mutuo y silencioso, entre unos y otros, en donde, por razones obvias, no se hace mención a la circunstancia de que la incapacidad física del candidato promueve en la sociedad distinto tipo de adhesiones -triste es decirlo- más relacionadas con la conmiseración o lástima que con las virtudes personales del candidato. Lo que, en definitiva, para muchos políticos carecería de importancia, siempre y cuando, el golpe de efecto psicológico brindase un resultado positivo traducido en votos a su favor.
Por qué descartar que estas lastimosas circunstancias no estarían siendo utilizadas por algunos partidos políticos en nuestro país, cuando sabemos de sobra que -principalmente- desde la llegada del menemismo al poder, se ha buscado apuntalar las listas de candidatos de algunos partidos con personajes farandulescos o que lograron fama a través del deporte, sin importar demasiado si para cubrir estos cargos tenían idoneidad, menos por supuesto, exhibiendo pruebas tangibles de su honestidad. Lo importante, para estos grupos políticos, ha sido la popularidad en las encuestas y cuántos votos podían arrastrar gracias a esa particularidad.
Gabriela Michetti, la vicejefa de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es una mujer que goza de buena imagen y prestigio, pero hasta ahora se desconoce si es por sus antecedentes, por su capacidad para resolver cuestiones del erario público o por su incapacidad física.
Por alguna razón, Elisa Carrió no quiere enfrentarse con Michetti y salió a decir públicamente que no hay que descartar una acuerdo con el PRO. Las dos mujeres tienen una buena relación personal y han hablado anteriormente sobre estas cuestiones. En tanto, Michetti quiere encabezar la lista de legisladores porteños y se resiste a ir como candidata a diputada nacional, porque prefiere no competir con Carrió y ya le había expresado a Macri su deseo de buscar algún entendimiento.
El que lleve a Michetti para su molino parece gozar de una ventaja que es posible tenga que ver con algunas de las circunstancias apuntadas y no con la capacidad individual de la funcionaria para encarar cuestiones políticas o de liderazgo.
Por tratarse de un tema complejo y muy ríspido es improbable conocer la verdad de estos enjuagues políticos, pero la sospecha tarde o temprano recae sobre una sociedad.en donde la hipocresía de los políticos es moneda corriente.
