Con motivo de lanzar una nueva sección en el blog titulada "El túnel del tiempo" busqué en mis archivos informáticos algún tipo de material ya editado que tuviera interés para los lectores en función de comparar la Argentina de ayer con la actual y encontré éste editorial de diciembre de 2004, en donde realizo un racconto de la actualidad, política, social y económica de esos momentos. La sorpresa fue que al releer el comentario descubrí que si lo hubiera producido hoy no hubiera tenido que cambiar ni una coma, dado el grado de similitud entre la Argentina del 2004 y la actual. ¿Qué significa esto? La prueba de que los Kirchner nos vienen mintiendo en forma solapada, a través de la información oficial (Indec, discursos, funcionarios, spots publicitarios, etc.) aprovechando que la gente común no tiene tiempo ni ganas de ir a verificar en los archivos de los diarios si lo que dice el discurso oficial de que ambos gobiernos, el de Néstor y el de Cristina, vienen consolidado un proyecto de país distinto a nuestro calamitoso pasado. Lea con atención la reproducción del artículo que publico tal cual se editó hace cinco años y no tengo dudas que me va a dar la razón... (EL EDITOR).
Cuando hace un año me encontraba en una situación parecida a la de hoy, es decir, madurando la idea para escribir un análisis de todo lo que había acontecido en los últimos 365 días, titulé aquella nota: "El Año de la Nada", una fórmula simple que encontré para buscar la referencia justa con el 2003 que había quedado atrás y que se desvanecía sin pena ni gloria.
Por Roberto C. Neira*
Por esas cosas que están lejos de la dialéctica y mucho más cerca del lugar común, la palabra "nada" pasó a significar "mucho" en la vida de los argentinos, ya que era imposible pensar que pudiésemos estar peor. Por lo tanto, calificar con un "nada" a un año que se iba, pasaba a ser un síntoma de esperanza, pensando que en un plazo más o menos breve comenzaríamos a compartir días mejores.
Pero, atrás, quedaron épocas de grandes fracasos. Una crisis que lleva más de 40 años.
En 1960 la Argentina mantenía el liderazgo en América Latina a través de un ingreso medio per cápita de 3.000 dólares, poco comparable con cualquiera de los países asiáticos que por ese entonces arañaban los 600 dólares de ingresos por habitante.
Pero con el beneplácito y la complicidad de los EE.UU. comenzaron a consolidarse en latinoamérica una seguidilla de gobiernos militares, en tanto que algunos dictadores centroamericanos contaban con el respaldo absoluto de las administraciones norteamericanas.
Era el momento en que la "guerra fría" conducía a norteamericanos y rusos a enfrentarse en un juego de ajedrez cuyas piezas se desparramaban por el tablero de los pueblos del tercer mundo.
El resultado era incierto y en muchos casos resultó fatal por la pérdida de vidas humanas, pero a los países más poderosos del planeta solo les interesaba dirimir fuerzas y debilitar estrategias políticas y militares del oponente en un agónico juego de ataque y defensa, por supuesto, lejos de sus fronteras y, si era posible, allende los mares.
Argentina no fue la excepción y la mejor barrera de contención al comunismo, que comenzó a extenderse como una plaga después de la Segunda Guerra Mundial, se produjo con el advenimiento de Juan D. Perón. La gran batalla estaba librada y, más tarde, el poder militar se encargó de optimizar la nueva estrategia de sometimiento que el capitalismo intentó extender por toda América Latina, incluyendo también la economía.
El programa del economista Alfredo Martínez de Hoz se concentró en la actividad agro-exportadora y Argentina debió endeudarse para financiar los desequilibrios económicos que traía aparejado el compromiso político celebrado con los acreedores internacionales, a lo que se agregó la especulación financiera, la mejor fuente de recursos de las instituciones bancarias extranjeras que diseminaron cientos de sucursales a todo lo ancho y lo largo de nuestro país.
Mesas de dinero, plazos fijos, aceptaciones bancarias, hipotecas, transferencias al exterior, todas las operaciones bancarias eran aptas para la especulación. Se tomaba dinero prestado por una semana o en distintos plazos hasta un máximo de 360 días, que dejaban a empresas y particulares increíbles ganancias.
La mayor parte del circulante iba a parar al crédito, sobre todo a PyMes que carecían de recursos financieros para desarrollar su actividad. Pero los intereses eran super usurarios y comenzó entonces un ciclo cuyo único objetivo fue destruir la industria nacional e inducir a la manipulación de dinero más que a la generación y producción de bienes y ocupación de mano de obra.
De esta manera, surgió la Circular 1050 del BCRA, "el rodrigazo" y las "híper" que se sucedieron en los gobiernos de María Isabel Martínez (1975), Raúl Alfonsín (1989) y Carlos Menem (1990).
Por supuesto, todos los gobiernos que accedieron al poder después del Proceso Militar (1976-1983), ahondaron el problema; unos por incapacidad y, otros, por convicción, dudaron en quitar los pies del plato y las recetas que impulsaba el FMI, con el transcurso de los años, endeudaron a los argentinos hasta límites impredecibles. Desde 1983 se multiplicó cuatro veces la deuda que ronda en la actualidad los 180 mil millones de dólares.
La era de Carlos Menem resultó nefasta para construir un país en base a las reivindicaciones de su propio partido: independencia económica, soberanía política y justicia social. Estos reclamos pasaron al museo de los recuerdos, porque el oportunismo político liderado por el peronismo, su visión pragmática de la realidad, y la soberbia demostrada al pretender insertarse en un nuevo mundo acompañando a los poderosos del planeta, derivó no solo en la pérdida de aquellas demandas (si alguna vez las tuvimos), sino en la merma de los valores que la sociedad había atesorado por décadas y que estaban vinculados con la solidaridad, honestidad, educación y cultura. Todo esto quedó sepultado y cayó en el pozo de la indiferencia.
Ahora, los argentinos adhieren al "sálvese quién pueda"... Y muchos comenzaron a descubrir qué significa ser pobre. Por ejemplo, es pobre el 70% de los hogares que tienen un ingreso menor a $ 1.345 mensuales.
Aunque 9 de cada 10 argentinos se considera de clase media, la realidad indica que por sus ingresos, sólo 2 de cada 10 personas, integran ese sector social.
Los comercios minoristas y los supermercados esperan para las próximas fiestas un "boom" de ventas. Pero la reactivación tan desesperadamente anunciada por el gobierno es un fiasco porque todavía no llega a la gente.
Los beneficios otorgados a los jubilados este año (aumento del haber mínimo y $ 200 en diciembre) son un paliativo para incentivar las compras, pero no reflejan un cambio en la dimensión real del problema que aqueja a la mayoría de la población: desocupación, pobreza e indigencia.
Lo que anticipé hace un año (textual)
"Ninguna revolución ni cambios drásticos. Apenas, si se puede, la administración de la pobreza a límites más o menos soportables (más subsidios del gobierno); algunos discursos altisonantes contra nuestros enemigos (enemigos?) foráneos: los EE.UU., el FMI, los subsidios agrícolas, las empresas privatizadas que pelean por aumentos en los servicios esenciales y nada más.
Los ricos serán más ricos y los pobres, más pobres. Esta es la ley del mercado y las diferencias seguirán ampliándose en favor de los poderosos.
Resucitará una pequeñísima parte de la clase media por la reactivación de algunos sectores y la competencia entre los hiper y supermercados llevará a una mayor concentración del negocio en manos de unas pocas empresas, lo que no asegura que los precios de los alimentos se conserven estables.
La inseguridad... seguirá sin solución.
No hay un solo funcionario en el gobierno nacional y provincial que esté capacitado para afrontar una lucha sin cuartel contra la delincuencia. Por supuesto, además de idoneidad hacen falta otras cosas, una de ellas es no estar involucrado políticamente con delincuentes.
La inseguridad (robos, asaltos, hurtos y distintos ataques contra la propiedad y las personas) está directamente vinculada a otras formas de delincuencia que han tenido en los últimos catorce años un crecimiento inusitado: narcotráfico, prostitución, secuestros extorsivos, juego clandestino, trata de blancas, venta de bebés, etc.
La política será la de siempre, los niveles de corrupción también y todavía no se van a ir todos como ambicionaba una buena parte de la sociedad. El recambio tardará bastante. De modo que Lanata, Majul y Grondona, tienen cuerda para rato, mostrando las miserias de una Argentina que muchos todavía no quieren ver y menos comprender".
Deseos... nada más que buenos deseos.
Resta solo desear que los argentinos aprendan a respetarse mutuamente; que asuman que viven en un gran país que puede darles todo; que comiencen a luchar por sus sueños ahora y no mañana; que no se resignen a que todo está mal y que no se puede cambiar nada; que enseñen a sus hijos a ser honestos, solidarios y humildes.
Necesitamos argentinos valerosos, que defiendan sus derechos y que no miren para otro lado frente a la prepotencia del estado; que enfrenten a los enemigos de adentro y de afuera y que, en una palabra, puedan rebelarse contra las injusticias y cambiar todo lo que haga falta para lograr esa Argentina que todos anhelamos.
¡Ése es mi mejor deseo para el 2005!
* Roberto C. Neira es docente, escritor, periodista y fotógrafo. Fue editor de los Suplementos "Turismo" y "El Cronista Exportador" de El Cronista (Comercial); colaboró en la edición de suplementos de "Diarios Bonaerenses" y en diversas publicaciones especializadas; tuvo a su cargo la producción periodística del programa "ENSAMBLE 19" (FM 103.5 PREMIUM). Colabora actualmente con numerosas publicaciones nacionales y extranjeras. Es director del Departamento de Comunicaciones de la agencia SIGMA KAPPA.