LA DISCUSIÓN SOBRE EL NÚMERO
DE DETENIDOS-DESAPARECIDOS
ES UNA MUESTRA MÁS DE CRUELDAD
(Por Roberto C. Neira). Se equivoca Eduardo Luis Duhalde cuando cuestiona a Graciela Fernández Meijide por la inclusión en un libro de su autoría de un número de detenidos-desaparecidos con el cual no concuerda. El funcionario responsable de la secretaría de Derechos Humanos parece estar tomando las cifras como un juego y piensa que a mayor número de desaparecidos más creíble es la dimensión de la tragedia. Algo parecido sucede con el holocausto judío.
Si Duhalde piensa que la publicación de una cifra comprobable de muertos por la represión de la dictadura causa regocijo en quienes justifican el terrorismo de estado está totalmente equivocado. Es su interés en dar certeza de una cifra "no comprobada" lo que echa por tierra con su tesis de credibilidad y por lo tanto la misma continúa siendo materia de discusión según sea el interés político de aquel que la ponga en duda.
Lo concreto es que existió en Argentina un estado represivo que se encargó de organizar una caza de brujas que incluyó no solo a militantes de partidos revolucionarios, activistas, guerrilleros, periodistas, profesionales, obreros, estudiantes y sindicalistas, sino también a todos aquellos que hubieran tenido vínculos familiares y casuales o circunstanciales relaciones amistosas con personas sindicadas como subversivas o extremistas por la inteligencia militar. De modo tal que fueran 100 o 100.000 se concretó un crimen masivo de características aberrantes perpetrado por las FF.AA. y grupos civiles en perjuicio de miles de argentinos.
La certeza de las cifras que indica Fernández Meijide en su obra, aún siendo menores a aquellas que, imprudentemente, Duhalde no toma como símbolo sino como una verdad incuestionable (30.000 desaparecidos), cierran todo tipo de discusión porque, en definitiva, de ellas se extrae lo más importante que no es la cantidad de detenidos-desaparecidos sino la probanza de que en la Argentina se cometieron miles de crímenes de lesa humanidad.
Pero el problema que tiene Duhalde no es en definitiva la discusión bizantina sobre cuántas fueron las víctimas de la represión, sino el miedo a que la opinión pública pierda interés en uno de los pocos temas que el matrimonio Kirchner enarbola como un valioso estandarte de su gestión pública de seis años.
En realidad, Duhalde, debería saber, que los derechos humanos no son propiedad de personas o de un gobierno ni tampoco pueden ser negociables bajo ningún motivo porque son patrimonio de todos los argentinos. En consecuencia, sólo quedará registrado en los anales de nuestra historia y en la memoria del pueblo, el gobierno que tenga suficiente valor para comprender e impulsar las leyes que castiguen a los violadores de los derechos humanos tanto de las víctimas de la represión como del terrorismo anárquico, porque según nuestra Constitución Nacional (Art.16)* todos los argentinos gozan de los mismos derechos.
Es el justo homenaje que nuestra generación debería dejar a las víctimas de un pasado de violencia que no puede ser aún más ensombrecido por intereses políticos mezquinos.
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