Alejandro Apo, sabe cómo hacer dormir a la pelota, al relator y a la audiencia
Alguien está perdiendo la "guerra" y no es el Grupo Clarín
(Por Roberto C. Neira). Quizás se trate de una casualidad o de la falta de costumbre pero la intervención del gobierno con ese aparatoso desembarco que produjo en el mundo del fútbol y que culminó con una suerte de asociación con la A.F.A., donde el estado no ponía un peso (Aníbal Fernández dixit), para transmitir "en vivo", los fines de semana, diez (10) partidos de la Primera División por el canal estatal (7), América (2) y Canal 9, no parece haber cambiado la vida de los argentinos. Para llevar a cabo el proyecto, estudiado minuciosamente desde hace no menos de un año, el gobierno enarboló como principal objetivo una necesidad social, la de brindar gratuidad al sistema de transmisión por TV del fútbol, un derecho que -según dijeron- era necesario por la pasión que despierta este deporte en el pueblo argentino. Sin embargo, son difíciles de ocultar otras razones que tienen que ver con la guerra personal que ha emprendido el matrimonio Kirchner contra la prensa opositora, en este caso, representada por el Grupo Clarín, que eran propietarios, junto a TSC, del monopolio de las transmisiones televisivas de fútbol desde hace 16 años y que, entre otras cosas, mantenían un servicio codificado (de pago extra además del abono al cable), principalmente, para los clásicos o partidos que tuvieran como protagonistas a Boca y a River.
Pero no solo la movida gubernamental no parece haber variado las costumbres de los argentinos sino que en lo que se refiere a los rating de los canales involucrados en las nuevas transmisiones futboleras, que oscilan entre el 11% y 15%, tampoco han conseguido elevar las mediciones diarias de esos canales que adjudican un 4,2% a América 2 y 3,6% a Canal 7, exactamente la mitad de aquellos que lideran la grilla (Canal 11 y Canal 13) y que no tienen fútbol "en vivo" en su programación.
La realidad es que los temas relacionados con el acuerdo Gobierno-AFA, las declaraciones oficiales, el circo montado alrededor de los anuncios y las críticas de quienes se sienten perjudicados porque la AFA rompió el contrato que estaba firmado hasta el 2014 (TSC) parecen haber aburrido a la gente. Por supuesto, se trata además de una cuestión de credibilidad: la mayoría de los argentinos no creen en las versiones que difunde el gobierno y que afectan a la vida cotidiana.
Por eso, a pesar de las declaraciones oficiales del "fútbol gratis para todos", el 70% de la audiencia que reciben las emisiones de Canal 7, América (2) y el Canal 9 (los canales seleccionados por el gobierno para las transmisiones) no lo podrían hacer si no pagan el abono correspondiente al sistema de cable. Algunos que viven en la Capital o en el conurbano, con algo más de suerte si viven en edificios que poseen una antena común, pueden captar las señales de estos canales. Lo real es que de cada diez consultados, siete tienen abono de cable, no sólo para ver fútbol sino porque la programación general les permite contar con muchas más opciones que las ofrecidas por los canales, 2, 7, 9, 11 y 13.
Si el matrimonio presidencial ha utilizado al fútbol para continuar su "guerra personal" con el Grupo Clarín hay algunos datos que por estas horas deberían estar preocupándolos: la versión gráfica del diario viene aumentando la tirada considerablemente, la versión digital Clarin.com en Internet es visitada con picos de hasta 1.200.000 usuarios y los demás productos de la empresa continúan con ritmo acelerado de crecimiento. Si a esto le sumamos que en las dos fechas de campeonato que se llevan disputadas el promedio de espectadores que asisten a los estadios con respecto a las mismas fechas del torneo pasado ha aumentado más de un 10%, esto estaría señalando que el pueblo futbolero opta por ir a las canchas en desmedro de escuchar los comentarios de Alejandro Apo (el oso aburrido), de las impertinencias y guarangadas de Marcelo Araujo y de la publicidad oficial que se extiende por todos los recovecos en cada transmisión de Canal 7.
Todo esto parece estar demostrando que la decisión del gobierno de meter las manos en el fútbol está transitando hacia un estrepitoso fracaso.
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