martes, 13 de octubre de 2009

Puntos de vista


LA CORRUPTELA ENDÉMICA

"Los gobiernos irresponsables se perpetúan, y el votante inconsciente ayuda a continuar las usurpaciones y las supercherías, hasta que se produzca, cada década, una reacción moral en el alma de la nación, y sea necesario revolcarse periódicamente en la sangre, sin lograr siempre que triunfe la verdad y la moral, aunque dejando cada vez en las zarzas del camino, algo de la cohesión nacional, del honor y de la riqueza adquirida"...

Augusto Belin Sarmiento - "Una república muerta" (1892).

Una buena parte de los argentinos que se sorprenden todavía al observar ciertos hechos que presencian a diario como sucedidos en otros países, al imaginar el escándalo que producirían, están fijando el verdadero nivel moral de la sociedad actual que no se conmueve ante nada por considerar que nuestros defectos son una costumbre arraigada imposible de modificar.

Si nadie presta atención a lo que le rodea y todos creen que cualquier esfuerzo es improductivo, inútil, ineficaz, estamos resignándonos a perderlo todo y caer vencidos sin luchar.

Además de ser crédulos por falta de discernimiento, los argentinos somos escépticos por haber sufrido tantos desengaños. Nuestros ojos están fijos en un pasado que alguna vez fue venturoso dando crédito a la remanida frase: "todo tiempo pasado fue mejor" . Pero la vida cotidiana nos encuentra desabridos e indiferentes. Ni los hechos más lamentables tienen el poder de conmovernos. Los escándalos pasan ante nuestra mirada cada uno aislado, como los días, y nos apercibimos apenas que éstos componen años y que los años forman siglos, y que la historia de nuestro país es una narración de los sucesos que tardaron años para desenvolverse, impulsados por causas que vienen acaso de años y de siglos atrás. Pero a nadie se le pasa por la cabeza que hay cambios que se producen silenciosamente en el seno de las sociedades y para que éstos puedan sepultar la decadencia de las viejas instituciones, el descrédito y el clima patoteril y burdo que generan los abusos del poder, no hay otro modo que romper con las cadenas del "no te metás"...

No hay un criterio exacto que determine y clasifique el grado de corrupción de un gobierno. Los historiadores de la decadencia de Roma republicana se complacían en enumerar las riquezas introducidas por la piratería de sus conquistas, y los vicios con que los vencidos se vengaron de sus vencedores. Como se puede apreciar, no es en definitiva la corrupción, cualquiera que fuere su exceso, la causa del naufragio de las instituciones republicanas, sino al contrario la falsedad de la práctica de la libertad es la que trae la corrupción como efecto.

Muchos se habrán preguntado varias veces qué fue lo que motivó la reacción del pueblo cuando los cacerolazos de diciembre de 2001 y las posteriores movilizaciones contra las instituciones bancarias cuando apareció el "corralito" de Cavallo y, más tarde, el "corralazo" duhaldista. Aventuro un único justificativo posible: "los argentinos reaccionan cuando les tocan el bolsillo". Pero se trata de una verdad a medias, pues no siempre ha sido así.




Los bancos fugaron más de 10 mil millones de dólares aprovechando las "ventajitas" duhaldistas.

Considerando que el ex presidente Fernando De la Rua fue un personaje tibio y torpe al mismo tiempo, mal asesorado y que ni siquiera reaccionó cuando debió dejar la economía en las manos (o en las patas) "de un zorro en el gallinero", muchos argentinos, entre ellos quien escribe, presienten que una "mano negra" le dio un empujoncito para arrojarlo al vacío, tal como él mismo ex presidente afirmó días atrás en los tribunales de Retiro.

Según las versiones circulantes las sospechas recayeron sobre Eduardo Duhalde como instigador de un plan que incluyó los actos de barbarie y los desórdenes que se sucedieron en el conurbano con la ayuda del inefable Carlos Ruckauf, al que acusan de haber sido quien se encargó del trabajo sucio.

Duhalde, jamás hubiera llegado a ser presidente si no entraba a Balcarce 50 por la puerta trasera y en esa semana de cambios, por la que pasó Adolfo Rodríguez Saa y también Ramón Puerta, fue el "sanluiseño" el que debió sufrir la embestida del ex-gobernador bonaerense. Le hicieron pisar el palito con su pito catalán al FMI y fue usado para que Duhalde llegara al poder por decantación, descolocando también a Menem (incapacitado legalmente como candidato por 90 días) y a De la Sota, quien creyó ser el mejor para asumir en las elecciones del 3 de marzo. Fue una trama bien urdida para que finalmente Duhalde fuera el que ocupara el sillón de Rivadavia. No se ahorraron maquinaciones políticas, acuerdos y negocios en medio de una crisis que estaba afectando a la mayoría de los argentinos.

Finalmente, después de un tiempo prudencial gobernando, el mismo Duhalde se ocupó de presentar en sociedad a su nuevo delfín, Néstor Kirchner, y lo catapultó como candidato presidencial.

¿Estará hoy arrepentido o esa negociación que fue concebida para dejar a Menem fuera de carrera les sirvió a ambos por igual?

Cuando rebobinamos la película van apareciendo otros detalles que atestiguan que no fue todo obra de la casualidad.

Remes Lenicov, un peronista alineado con Duhalde supo tejer la trama siniestra para sacar ventaja del ocaso de De la Rua y Cavallo. Junto con Oscar Lamberto fueron los contactos directos con el FMI y el Tesoro de los EUA. En las reuniones surgió "la posibilidad" de que por razones de fuerza mayor (caos, huelgas, desórdenes) Fernando de la Rua pudiese abandonar el gobierno anticipadamente, en ese caso, el peronismo reemplazaría a la Alianza en el poder. Ambos dirigentes prometieron buena letra con Wall Street y respeto a los acuerdos firmados con el Banco Mundial y el FMI. Más claro, echarle agua...

Una vez que se logró la mayoría anhelada en el senado y en diputados (elecciones del 14-10-2001). El voto castigo fue promovido desde el cuartel general de Duhalde. Se venía una "colombianización", con algo de populismo, y nuevamente los peronistas volvían a salirse con la suya, igual que durante los últimos días de Raúl Alfonsín.




El pueblo en las calles: ¿quién inició el primer cacerolazo?

Doctrinariamente verticalistas, por lo tanto diferentes a los partidos tradicionales de raíces democráticas (UCR, Partido Socialista, Democracia Progresista...), los dirigentes peronistas siempre mostraron una ambición de poder que fue más allá de cualquier sentimiento patriótico. Juan Domingo Perón, su líder indiscutible, era muy locuaz e inventaba (y muchas veces copiaba frases de personalidades históricas) refranes y sentencias que convencían a la militancia, que, por otro lado nunca sabían de qué estaba hablando, pero respetaban sus palabras como si provinieran del filósofo más grande la historia de Occidente. Es muy recordada aquella que decía que "para un peronista no había nada mejor que otro peronista" y la que aseguraba que "primero está la Patria, después el movimiento y por último los hombres".

Pero la prueba más contundente de que todo fue puro palabrerío es el balance que arrojaron los gobiernos peronistas desde 1946 hasta hoy: 30 años de gobiernos peronistas (17 años de gobiernos militares, 9 años de gobiernos radicales y el resto repartido entre Frondizi, Guido y la Alianza).

¿En un rapto de amnesia colectiva deberíamos echarle la culpa del fracaso y de la decadencia argentina de las últimas seis décadas a Arturo Illia y a Alfonsín? ¿Qué hizo el justicialismo cada vez que llegó al poder?

Hay que tener en cuenta que dentro de ese conglomerado de posiciones antagónicas en que se debate el peronismo internamente, todas tienen como meta final llegar al poder por cualquier medio. Están los grandes críticos del actual gobierno, los mismos que descalificaron a Carlos Menem y ahora acusan a los Kirchner de no ser peronistas. Pero, ¿por qué lo hacen? Fácil. Es la única forma de ocultar los fracasos de un partido político que jamás hizo ni hará una simple autocrítica. De ese modo, siempre tendrán otra oportunidad para gobernar al reinventar un nuevo peronismo que en la práctica será distinto al que fracasó a causa de que no eran peronistas. Después, en el poder, se sacan las caretas y vuelven a ser los mismos de siempre.

Los peronistas se victimizan permanentemente. Dicen que "son los que ponen los muertos", "los que luchan" "los únicos que tienen fuerza para imponer un cambio revolucionario" y terminan yéndose envueltos en un mar de fracasos a la espera de una nueva oportunidad, algo, que, obtienen rápidamente cuando son oposición porque comienzan a poner "palos en la rueda" a cualquier intento de institucionalizar el país o de progresar económicamente cuando el gobierno de turno pertenece a otro sesgo político.

La historia del peronismo en el poder tiene mil aristas diferentes, pero todas están relacionadas con la arbitrariedad y la hostilidad contra la prensa independiente, porque para el peronismo es un mal necesario.

Cipriano Reyes, "el inventor del 17 de octubre", fundador del Partido Laborista que llevó a Perón a la presidencia en 1946, resumió en pocas palabras su enfermiza relación con el peronismo:

"Una vez en el gobierno Perón nos declara fuera de la ley, cierra con la policía nuestros locales, persigue a nuestros dirigentes y forma su propio partido desde su despacho de la Casa de Gobierno. Inmediatamente ordena que todos los sindicatos obreros se afilien a la CGT oficialista. Los dirigentes gremiales, que eran simples agentes políticos dentro de los sindicatos, fueron elegidos en el montón. Los sindicatos que se negaban a acatar órdenes eran perseguidos y asaltados. Lo mismo se hizo con las radios del país, los diarios, las revistas e imprentas que no se pusieron al servicio del oficialismo, mientras se concedía carta blanca a los acólitos del régimen. Muchos dirigentes políticos y gremiales fueron a parar a las cárceles acusados de "contreras", "tránsfugas", "vendepatrias" o simplemente por antiperonistas. Durante sus diez años de gobierno, el país fue degradado por la servidumbre, cuando terminó, por acción de la llamada Revolución Libertadora, la Nación se encontraba al borde del desastre. La decadencia quedó demostrada por el hecho de que ningún sindicato, ni la CGT, ni los que decían que daban la vida por Perón, levantaron un solo dedo poara defenderlo".

En momentos en que la Ley de Medios Audiovisuales promulgada por el gobierno es rechazada por constitucionalistas y por organismos que representan a entidades y asociaciones de medios informativos internacionales formulando un pronunciamiento crítico por el "clima polémico y politizado" que se registró en torno a la aprobación del proyecto y mientras los legisladores oficialistas amenazan con integrar la Autoridad de Aplicación antes del 10 de diciembre afirmando que si la oposición pone trabas lo van a hacer "de prepo", por qué, ante estos oscuros antecedentes, los argentinos de buena voluntad tenemos que creerle al gobierno al considerar que la nueva ley va a ser beneficiosa para todos?.

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